jueves, 2 de septiembre de 2010

Un lugar mejor... o no

Los seis Pinos Contadores que formaban aquel grupo de árboles escuchaban al más viejo de ellos, cuyo retorcido tronco aseguraba tener treinta y un mil setecientos treinta y cuatro años de edad. La conversación que pasamos a relatar duró diecisiete años, pero la hemos acelerado un poco para su publicación.
—Recuerdo cuando todo esto no eran praderas.
Los pinos contemplaron los más de mil quinientos kilómetros de paisaje. El cielo parpadeaba como en los efectos especiales baratos de una película de viajes en el tiempo. La nieve aparecía, se aposentaba durante un instante y luego se fundía.
—Entonces, ¿qué había aquí? —quiso saber el pino más cercano.
—Hielo. Pero hielo de verdad, a ver si me entiendes. En aquellos tiempos, los glaciares eran como debían ser. No era como el hielo de ahora, que sólo dura una estación y se funde. Aquel hielo duró siglos.
—¿Qué le pasó?
—Se fue.
—¿Adónde?
—A donde se van las cosas. Todo va siempre a toda velocidad.
—Vaya, pues sí que fue duro.
—¿El qué?
—El invierno del que hablas.
—¿Y eso te parece un invierno? Cuando yo era un brote, sí que había inviernos de verdad...
Entonces, el árbol desapareció.
Tras una pausa de un par de años producida por la sorpresa, uno de los árboles dijo:
—¡Ha desaparecido! ¡Como si tal cosa! ¡Un día estaba aquí, y al siguiente había desaparecido!
Si los otros árboles hubieran sido humanos, habrían arrastrado los pies en gesto de incomodidad.
—Son cosas que pasan, chico —dijo uno de ellos con cautela—. Se lo han llevado a un Lugar Mejor*, de eso puedes estar seguro. Siempre fue un buen árbol.
—¿Qué clase de «Lugar Mejor»? —quiso saber el joven árbol, que sólo tenía cinco mil ciento once años.
—Nadie lo sabe a ciencia cierta —dijo otro de sus congéneres. Se estremeció inseguro, mecido por un vendaval que duró una semana—. Pero creemos que tiene algo que ver con el... serrín.
Como los árboles no eran capaces de captar ningún acontecimiento que durase menos de un día, nunca oían el sonido de las hachas.


*En este caso concreto, a tres lugares mejores: las puertas delanteras de los números 31, 7 y 34 de Elrn Street, en Ankh-Morpork.



Extraído de El Segador, de Terry Pratchett.

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