Por mucho que los creacionistas se empeñen, la velocidad de la luz no es infinita. Aunque normalmente se redondea a 300.000 km/segundo, la medición exacta es de 299.792,458 km/segundo. Es una velocidad extraordinariamente elevada en la escala en la que nosotros nos movemos, pero si subimos a escala planetaria, la luz tardaría 0,13 segundos en dar una vuelta a la Tierra. Si subimos un poco más, a escala del sistema solar, encontramos que la luz del Sol tarda 8 minutos y 17 segundos en llegar a la Tierra. ¿Y si subimos hasta la escala que supone el universo? Pues entonces nos encontramos con que tardaríamos 200.000 años en llegar a las Nubes de Magallanes, las dos galaxias más cercanas a nuestro planeta, todo esto suponiendo que viajáramos a la velocidad de la luz.
Como curiosidad, aquí en la Tierra, incluso a nuestra escala tan pequeña con respecto a la luz, podemos usar su velocidad o el tiempo que tarda en recorrer una distancia determinada para realizar mediciones. Uno de los ejemplos más clásicos son los topómetros láser que tienen un funcionamiento muy sencillo: se sitúa el láser en un extremo de la distancia a medir y un reflector en el extremo opuesto. Se dispara un haz y el topómetro cuenta el tiempo que tarda el láser en ir desde un extremo al otro y volver. Con ese tiempo y conociendo la velocidad de la luz se puede obtener la distancia entre ambos extremos con un margen de error de escasos centímetros. Así que, la próxima vez que un creacionista diga que la velocidad de la luz es infinita, pregúntese por qué los ingenieros, los topógrafos, los arquitectos y otros profesionales emplean la velocidad de la luz para calcular distancias en sus respectivos trabajos... y las máquinas funcionan, las distancias son iguales a las tomadas con otros métodos, los edificios no se caen, etc.
Como curiosidad, aquí en la Tierra, incluso a nuestra escala tan pequeña con respecto a la luz, podemos usar su velocidad o el tiempo que tarda en recorrer una distancia determinada para realizar mediciones. Uno de los ejemplos más clásicos son los topómetros láser que tienen un funcionamiento muy sencillo: se sitúa el láser en un extremo de la distancia a medir y un reflector en el extremo opuesto. Se dispara un haz y el topómetro cuenta el tiempo que tarda el láser en ir desde un extremo al otro y volver. Con ese tiempo y conociendo la velocidad de la luz se puede obtener la distancia entre ambos extremos con un margen de error de escasos centímetros. Así que, la próxima vez que un creacionista diga que la velocidad de la luz es infinita, pregúntese por qué los ingenieros, los topógrafos, los arquitectos y otros profesionales emplean la velocidad de la luz para calcular distancias en sus respectivos trabajos... y las máquinas funcionan, las distancias son iguales a las tomadas con otros métodos, los edificios no se caen, etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se respetuoso con los demás.
Todo spam será borrado.