Contra la ciencia: vota verde
Los partidos verdes o ecologistas, en todo el mundo, enarbolan la bandera de la defensa del medio ambiente y su utilización racional y sostenible, algo contra lo que prácticamente nadie se opondría en principio. Por supuesto que es deseable mantener una relación adecuada con nuestro medio ambiente, así sea simplemente porque no hacerlo conllevará tarde o temprano graves problemas para nosotos, que podemos pagar incluso con vidas humanas.
El problema ha sido que el discurso ecologista se ha venido impregnando de una actitud dogmática, con tintes claramente religiosos, cerrada a todo tipo de diálogo, profundamente conspiranoica y que parte de una serie de supuestos que deben aceptarse sin discutir. Todo el que se atreva a criticar o cuestionar cualquier afirmación de los partidos y grupos ecologistas, animalistas o New Age será inevitablemente acusado de ser siervo a sueldo de grandes empresas o gobiernos represores, sin prueba alguna, que de eso saben poco los militantes de estos grupos. Sus odios y amores suelen no tener relación con los hechos reales.
Todo esto sería asunto de debate interesante (a menos que los supuestos verdes sean como los que me he encontrado yo, seguramente por mi mala suerte) a no ser porque los verdes europeos, un solo partido con representación en distintos países, están de campaña acompañados por el sector menos avispado de la izquierda, que se ha aliado con las posiciones retrógradas de los verdes de modo incomprensible. Y porque el proyecto de los verdes europeos incluye verdaderos manifiestos contra la ciencia, la razón, la evidencia de los hechos y la inteligencia más simple.
Detrás de la sencilla afirmación de que debemos respetar el medio ambiente y conservarlo para que nos conserve, hay toda una agenda política que va desde lo irresponsable hasta lo francamente idiota, como la prohibición de la iluminación navideña.
En serio.
Todo lo que viene a continuación lo he tomado del Programa Electoral de Los Verdes y no es exhaustivo, lo confieso, porque las 145 páginas de su plan para dominar el mundo son absolutamente soporíferas en general, plagadas de obviedades y perogrulladas puntuadas por frases que pueden significar lo que usted quiera. O más bien, lo que a los parlamentarios Verdes les dé la gana a la hora de votar en Europa. Es decir, muchas cosas que van más allá de la "vivienda digna, ecología, empleo verde, igualdad, paz, salud, derechos y bienestar animal" que salen en su cartel electoral. Por ejemplo: "falsas medicinas, alimentos más caros, anticiencia e irracionalidad".
Energía, más cara, si la hubiere
Sin que justifiquen el por qué, Los Verdes desean cerrar todas las centrales nucleares para 2015, eliminar las subvenciones a la energía nuclear y el carbón, penalizando su importación (energía más cara para usted y para mí, y para los industriales que nos repercutirán el aumento de sus costes en los productos que nos venden).
Uno pensaría que quizá el odio a la energía nuclear tiene ciertas razones, como la preocupación por la contaminación de los desperdicios radiactivos, hasta que se acuerda de que la contaminación por petróleo es bastante más grave y ha matado a muchísimas más personas. Pero bueno, si nos oponemos a la fisión nuclear (que es la misma que la de las bombas atómicas, y si uno no entiende qué es eso, suena muy inquietante), seguramente apoyaremos la fusión nuclear, que es lo que pasa dentro del sol (y de todas las estrellas), una energía limpia, abundantísima, de gran potencial si seguimos estudiándola y trabajando en ella... pero no, porque Los Verdes le inventan "graves riesgos ambientales" y quieren prohibir también "la captura y almacenamiento de carbono, la fisión nuclear, la fusión nuclear o la transformación de carbón en combustibles líquidos".
¿Cuál es la energía que debemos usar entonces según este peculiar partido de tintes tan paranormales? No se sabe. ¿Quién va a invertir en ello? Ni idea. Todo el dinero obtenido de las prohibiciones va para "aplicar políticas contra el cambio climático" (que no sean nucleares, ni de fisión ni de fusión, por prometedoras que sean). En todo su programa electoral, Los Verdes nos ocultan lo esencial: ¿qué energía no estará prohibida y puede sustituir a las otras en cantidad, calidad y coste?
Agricultura a mi gusto, aunque más cara
Por ejemplo, Los Verdes proponen la aprobación de un plan que obligue a reducir el uso de "agroquímicos" (toda sustancia química usada en la agricultura, incluidos los abonos no naturales, no sólo herbicidas o plaguicidas) promoviendo algo que llaman "métodos naturales para el control de plagas y enfermedades".
Dicho así, parecería que existen claramente tales "métodos naturales", y que son tan buenos como los plaguicidas, pero no se usan por presión de los malvados dueños de las empresas químicas que nos tienen comprados a todos. Ciertamente, las empresas químicas son negocios transnacionales bastante desalmados, como cualquier fruto del capitalismo, pero eso no prueba las afirmaciones verdes.
El hecho es que los "métodos naturales" en los que creen estos personajes son mucho menos eficaces que los plaguicidas y menos eficientes en términos de coste-beneficio. ¿Qué significa esto? Pues que en la misma extensión de tierra se obtendrá un rendimiento menor. Para ser justos con el agricultor (y por las leyes de mercado, que a veces funcionan), los precios serán más altos. ¿Y esto es algo que queremos?
Algunos consideramos que no es buena idea. La opulencia de los países industrializados proviene en gran medida de un acceso adecuado a una buena alimentación, y esto debería ser algo a tener en cuenta cuando hace apenas 59 años (y menos en el caso de España, Portugal, Grecia y otros países) había en tales naciones hambre y desolación. Decidir el aumento de los precios de los alimentos no es una política deseable. No sólo eso: de conocerse esta propuesta electoral, seguramente no sería bienvenida por muchos electores, tanto agricultores como consumidores.
El asunto se complica cuando limpia y llanamente Los Verdes prometen "Eliminar los cultivos y productos transgénicos y bionanotecnológicos".
Uno, racionalmente, preguntaría por qué. Y no tienen respuesta.
Ciertamente, la ingeniería genética, como la ingeniería de minas, la civil y la electrónica, se pueden usar para el mal, irresponsablemente y con voracidad empresarial deshumanizada. Pero nadie en su sano juicio propondría eliminar la ingeniería civil porque se construyen cuarteles militares. ¿Es lógico oponerse a las muchas posibilidades de la ingeniería genética?
De hecho, los redactores de este tremendo documento parecen no enterarse de que todos nuestros animales y plantas son organismos genéticamente modificados, transgénicos, pues. Sólo que alteramos su genética a ciegas mediante selección y cruzas. Ahora podemos alterar la genética con máximo control y claridad. ¿Y vamos a prohibir la ciencia porque Monsanto produce semillas de maíz caras?
Pero la pasión por prohibir que exhiben estos señores va más allá.
El retorno de las antenas asesinas
Por supuesto, los verdes aseguran que existe algo llamado "contaminación electromagnética". Como no lo pueden probar, ni lo han podido probar durante los años que llevan en su lucha contra la sospechosa tecnología, acuden a una medida dictatorial singularísima, llamada "principio de precaución".
Definido por ellos mismos, el Principio de Precaución es "adoptar medidas protectoras, antes de contar con una prueba científica completa de un riesgo".
En la práctica, se trata de la consagración de una falacia de pensamiento a modo de programa electoral. El "principio de precaución" parte de que todo es riesgoso, o al menos todo lo que odian los verdes es, seguramente, riesgoso. Pero ellos no asumen la responsabilidad de probar el riesgo (lo que en lógica se llama "la carga de la prueba"), sino que pretenden obligar a los demás a probar que algo no tiene riesgos.
Por supuesto, todo tiene riesgos. Nacer es comprar una entrada para el proceso de la muerte. No hay nada "perfectamente inocuo" en este mundo, que no es el mundo de la utopía política verde. Salir a la calle es asumir un riesgo. Si salimos a la calle es porque consideramos que los beneficios que podemos derivar de ello (ir al cine, ir a trabajar para ganar dinero, ir a estudiar, ir a visitar a un amigo) superan el peligro de ser atropellados por un auto, navajeados por un asaltante o apachurrados por un aerolito conducido por un borracho. Sobre esa base, los verdes han exigido lo que llaman "prueba científica completa" para aceptar que algo que nunca ha demostrado ser demasiado peligroso, realmente está exento de riesgos.
Pero al mismo tiempo, los verdes rechazan de modo continuo cualquier estudio o prueba científica que no les dé la razón. La llaman "incompleta", acusan (claro) a los científicos de ser parte de la conspiración, piden que se invierta más y no están dispuestos a ceder hasta que se les dé la razón. No existe, así, un modo de convencer a los ecólatras de que los riesgos de la telefonía móvil son minúsculos y que sus beneficios son enormes. De inmediato pronuncian palabras como "cáncer" y "leucemia", sin saber (o esperando que el público no sepa) que las ondas utilizadas en la telefonía móvil no tienen la potencia necesaria para desplazar a un electrón de su órbita en un átomo, y por tanto no pueden ocasionar las mutaciones requeridas para provocar cáncer. La radiofrecuencia de los teléfonos móviles es "no ionizante", como la radio, la televisión, el radar y los hornos de microondas. Y esto es cierto aunque "no lo crean".
Pero sin prestar atención a la ciencia, el programa electoral de Los Verdes dice: "proponemos el control estricto de todos los focos de contaminación electromagnética (antenas de telefonía móvil, torres de alta tensión, transformadores de alta potencia, etc.) que actualmente campen –legal o ilegalmente– por todas nuestras ciudades y núcleos urbanos".
La telefonía móvil es viable porque las antenas están ubicadas como las celdillas de un panal. Sólo usan la potencia necesaria para transmitir hasta la siguiente antena, en vez de transmitir a largas distancias (lo que exige más potencia). Los teléfonos mismos, los terminales, también requieren sólo potencia para conectar con la antena más cercana. Al desplazarnos, nuestro teléfono móvil va cambiando de antena para usar siempre la más cercana, y a partir de ella la señal va saltando de antena en antena hasta el móvil al que llamamos.
Si no hay antenas cerca, no hay comunicación, punto. El número de antenas no está definido por la voracidad empresarial de las compañías de telecomunicaciones (que no son ningunos angelitos), sino en función de la ingeniería, a la que poco impresionan los repartos de folletos en, digamos, la Feria del Libro de Madrid.
Esta realidad es pasada por alto en un despliegue de ignorancia que no debería tener lugar en un programa electoral para el órgano de representación más ambicioso de la historia humana, el Parlamento Europeo, comprometiéndose a: "Controlar y limitar la instalación de antenas de telefonía móvil. Para ello, es necesario el inmediato cumplimiento de la legalidad vigente, con la paralización y desmantelamiento inmediato de todas las antenas de telefonía móvil en situación ilegal y la inmediata declaración de una moratoria de instalación de antenas, la obligación a las operadoras a compartir las antenas, alejar los emplazamientos de las antenas a una distancia significativa de las viviendas y zonas sensibles, tener en cuenta protocolos de investigación serios por organismos independientes de las operadoras, y aplicar el principio de precaución".
Y al final volvemos al principio: las investigaciones serias de organismos independientes dicen que todo esto es una cacería de brujas, que no hay riesgo, y para curarse en salud, se vuelve al principio de precaución: "demuéstrame que no tiene ningún riesgo o lo prohíbo".
Happy flowers y cero ciencia
Donde realmente llega a su límite la ignorancia, la irresponsabilidad y la posición peligrosa y potencialmente mortal de Los Verdes es, precisamente, cuando se trata de la salud humana. ¿Más médicos que le dediquen más tiempo a los pacientes? Ni de coña. ¿Más investigación en oncología y en neurofisiología? Ni un tantito.
Lo que proponen es el "impulso de la medicina alternativa", que en realidad no es medicina, y que no ha probado que puede curar más que un placebo. Pero dado que la sanidad es una gorda rebanada del presupuesto, Los Verdes quieren darle su pedazo a sus amigos médicos brujos, a los laboratorios que venden agua remojada en cucaracha con azúcar a precios delirantes, a los que curan modificando los "canales" de una "energía vital" que nadie ha visto, nadie ha medido, nadie ha probado que exista. Y todo eso se conseguirá haciendo realidad el sueño de Esperanza Aguirre: quitarle fondos a la salud pública. Así, prometen:
a) Integración de las terapias naturistas – medicinas alternativas - (acupuntura, homeopatía, fitoterapia, naturopatia, medicinas energéticas), en la cartera de servicios de la Seguridad Social.
b) Integración de la farmacopea naturista en la Seguridad Social.
c) Creación de un Instituto de Investigación en Medicina Naturópata.
O sea, que además de sufrir los crecientes defectos de una sanidad pública doblemente depauperada, usted podría disfrutar también de la posibilidad de ser tratado con métodos que nadie ha demostrado que funcionen, que si se muere, ya lo reciclarán "naturalmente" como abono para los productos agrícolas caros que los verdeparlamentarios, al menos, sí se podrán pagar.
Pero se prohibirán los circos, los zoológicos y la iluminación navideña, eso sí. Y los toros.
Todo esto deja un curioso sabor de boca, sin embargo, porque el programa electoral de Los Verdes en otros países europeos como Inglaterra incluye la oposición a toda investigación con embriones y células madre, la prohibición de toda investigación con animales y la oposición vigorosa a toda reglamentación de las actividades de los curanderos o brujos que fingen ser "médicos" alternativos.
La duda es si esos puntos los aceptan Los Verdes en España sin decírnoslo, o si no están de acuerdo con ellos, que sería interesante.
Aún si ningún partido parece demasiado ducho en ciencia (ni demasiado interesado en tenerla en cuenta) y los políticos suelen hacer el ridículo en ese terreno, estos documentos son sumamente preocupantes, porque no se puede defender el medio ambiente, el delicado equilibrio ecológico, la energía, la meteorología, las comunicaciones y la cadena trófica rechazando las ciencias que estudian estos fenómenos y sustituyéndolas por blanduchos rollos de jipismo que en la comuna funcionaba, pero que no basta para gobernar continentes.
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