viernes, 17 de julio de 2009

El sentido comun ha muerto

A estas alturas, este tipo de cosas ya no nos resultan ni siquiera sorprendentes, únicamente tristes: el mítico grupo Deep Purple decide incluir un paso por Rusia en Octubre de 2008 en el curso de su Rapture of the Deep World Tour, y es multada por la Sociedad de Autores de Rusia (NGO) por no haber obtenido previamente una licencia, multa que es ratificada por un juez: por cada canción interpretada sin la correspondiente licencia, el juez impone una multa de treinta mil rublos (unos mil dólares).

Teniendo en cuenta que la Sociedad de Autores de Rusia representa los intereses de los intérpretes extranjeros en Rusia, que en lugar de perseguir a quienes interpretan sin licencia música de éstos y, en su lugar, se dedique a perseguir a quienes interpretan su propia música ya resultaría, en principio, una estupidez de primera magnitud. Pero lo que viene es mejor todavía: de acuerdo con los estatutos de la NGO y con la información facilitada por una agencia de prensa rusa, la multa obtenida será destinada a la propia víctima de la violación de derechos, es decir, que será pagada a la propia Deep Purple, deduciendo previamente la comisión de la agencia destinada a proteger sus derechos de autor. Impresionante: una agencia teóricamente destinada a protegerte, en una curiosa interpretación del “voy a protegerte de ti mismo”, va y te multa por interpretar tus propias canciones, y después te devuelve el dinero tras quedarse una comisión por los servicios prestados.


El episodio no es exclusivo de Rusia: en muchos otros países, incluido España,muchos autores se han encontrado con paradojas semejantes en numerosas ocasiones, tales como tener que depositar unos derechos que posteriormente les son revertidos a sí mismos tras deducir la correspondiente comisión. Una prueba más de las situaciones estúpidas en la que la presente legislación de derechos de autor, combinada con la infecta burocracia habitual en este tipo de organizaciones nos puede llegar a poner. Con amigos y protectores como éstos, ¿quién necesita enemigos? Resulta completamente evidente: como tantas otras sociedades de derechos de autor, NGO no defiende los intereses de sus representados, sino únicamente los suyos propios: el derecho a facturar su correspondiente comisión, aunque el hacerlo torture los límites de la lógica. Llegados a este punto, el único final que admite este artículo es el que utiliza la propia Techdirt: el sentido común ha muerto.


Visto en el blog de Enrique Dans.

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